" |
A primera vista puede parecer que Elisabeth Louy
es una buena dibujante que maneja el lápiz,
la plumilla, el acrílico, con destreza.
Una observación más detenida de su trabajo
revela, sin embargo, muchas otras cosas.
Revela que el trazo, antes de llegar al papel,
a la tela, a la mosquitera, allí donde haya acabado
por anidar, ha seguido antes un largo recorrido
que Io ha llevado desde los ojos entornados de
la artista hasta su cerebro, que ha descodificado
la imagen para simplificarla, viajando luego al
corazón, a cada una de sus vísceras, que son
quienes le han dado vida y han mandado los
impulsos a la mano que, finalmente, Io ha plasmado.
El resultado, de una simplicidad engañosa, es
a menudo una obra de un solo trazo pero que lleva
implícita toda la carga emocional de una vida rica,
densa, a la cual los viajes y los contactos con
las distintas personas ha ido enriqueciendo
con el tiempo.
La vida, vivida, pasa facturas y eso se le nota
a la artista en su perpetua insatisfacción, en
su búsqueda constante de una nueva forma
de mirar, una nueva forma de procesar todo
Io que se pone ante sus ojos, una nueva forma
de plasmar esas sensaciones.
Porque en el fondo Io que nos ofrece Louy no es
nada más -ni nada menos- que eso: sus
sensaciones ante la vida en forma de arte.
Disfrutar de esas obras no requiere ningún
esfuerzo intelectual. Descifrar Io que hay detrás de
cada una de ellas podría llevar una vida entera.
Carmen Amoros, periodista
|
" |